ENTREGA FINAL - AUTORRETRATO


La consigna del autorretrato me resultó desafiante desde el principio. La idea de estar del otro lado de la cámara no me entusiasma, me despierta un incómodo. Nada del otro mundo, uno podría pensar; a mucha gente le pasa. Sin embargo, creo que mi incómodo no tiene exactamente me ver con como lucirá mi figura en la fotografía final - aunque también tiene que ver con eso, y seguramente no luzca muy amable en la mayoría de las veces. 


La idea de sacarme una foto a mi mismo me genera un incómodo quizás mas profundo, llega a un lugar mas íntimo que termina teniendo que ver con el origen mismo de mi relación con las imágenes, de mi interés por la fotografía, que luego se convirtió en un interés por el cine, que luego me llevó a cambiarme de país y anotarme a esta carrera, y finalmente me trajo hasta esta materia, a esta instancia, a esta consigna.


Y ese incómodo tiene que ver con el hecho de que lo que me fascina de la fotografía es la ya muy quemada propiedad que tiene de eternizar un instante mediante el contacto directo, un instante que no volverá a suceder nunca más y del cual nunca podrán exigir dos registros iguales . En ese sentido, siempre me interesa mucho fotografiar lo ajeno, lo otro, una realidad que no es la mía, una experiencia que no es la mía, y justamente por ser ajena a mi  me llama tanto. La fotografía me interpela mucho, sea a la hora de producirla o a la hora de consumirla en condición de espectador, porque me hace mirar alrededor; El autorretrato me sacaba de ese lugar, me obliga a mirar hacia adentro, hacia el espejo, volver a ver lo que ya conozco demasiado. De ahí la resistencia que me generaba.

Pero tenía que hacerlo. No me podía esquivar. A la hora de sentarme y pensar que foto podría realizar, sencillamente no se me ocurrían ideas de puestas de cámara en la que yo apareciera por entero, o un retrato enmarcado jugando con el fondo como hicieron con tanta naturalidad la mayoría de mis compañeros.

Al no poder esquivarme del autorretrato, me vi obligado a atravesarlo, enfrentarlo. Desafiar esa concepción del "mirar hacia adentro" que tanto me molestaba. Sería posible mirar hacia adentro sin, necesariamente, dejar de mirar alrededor?

Reflexionando, me acordé que tengo desde hace rato una cierta inclinación en hacer fotos utilizando siluetas y reflejos, como tan solo la delimitación -el contorno- de un cuerpo en un espacio, y como esas dos dimensiones dialogan y construyen un paisaje, sin importar quien es la persona y cual es el espacio:










 Me fui dando cuenta de que esta característica, de por sí, hablaba mucho de mí. Luego, una foto apuntando a esa manera de construir hablaría más de mi, en alguna instancia, que simplemente pararme frente a la cámara, posar, o no hacerlo, y apretar un botón.

Entonces recordé que había ido al Centro Cultural San Martín hace un rato, y, mirando alrededor, me había fascinado una luz que se generaba en una sala olvidada del segundo piso, que funcionaba como pasillo hacia una otro ambiente, donde habían exposiciones. Esa sala era donde paraba el ascensor, que emitía una luz roja fuertísima hacía un ventanal de vidrio (todo el San Martin esta rodeado de vidrio) del lado opuesto, que daba contra un edificio y sus varias ventanas que estaban al otro lado de la calle. Mirar esa construcción era como ver un portal medio sobrenatural que empastaba los dos espacios en uno, y si uno se paraba a mirar ahí, terminaba construyendo un tercero espacio intermedio con su mismo cuerpo. Como lo había visto muy de pasada y estaba acompañado, seguí de largo y no hice nada. Pero eso me quedó dando vueltas en la cabeza.

En la semana de la entrega no tenía acceso a una Reflex digital -la suelo pedir prestada a mi novia- por lo que me parecía jugado tirarme ahí.  No sabía se iba a poder exponer en la medida justa para respetar las sombras que construirían mi silueta, sin "apagar" el brillo de esa luz roja tan potente.

Aún así, la inquietud fue mas fuerte y me mande ahí con el celular. Expuse para esa luz, después levante un poco para que se dibuje bien el contorno de mi figura. Levanté la mano como en un saludo en una de las tomas. Ayudaba a distinguirme, y le daba un toque de buen humor al encuadre, un poco de vida. El fondo con los edificios y el detalle de sus ventanas se distinguían. Hice la foto. Cuando la miré, no me pareció particularmente linda, sentí que podría lograr una foto mas bonita estéticamente con otra idea, incluso con otro equipo -el adecuado. 

Pero cuando la volví a mirar luego, me di cuenta que esa foto me representaba de alguna manera. Ahí se veían insinuadas varias características u obsesiones a las que vuelvo uno y otra vez a la hora de pensar imágenes. Esa falsa "doble exposición" que producen los reflejos de vidrio, las siluetas emergiendo, el subencuadre, todas maneras de componer y exponer que por algún motivo me llaman mucho. Sentí que no era tan descartable. En blanco y negro vi que todo se harmonizaba y los límites entre un espacio y otro eran menos evidentes, se volvían difusos, los reflejos luminosos en el vidrio empezaban a parecerse a un aura; mejor.

Después empecé a pensar en los significantes, en el mensaje que los signos presentes en la imagen podrían llegar a construir. Siempre que pienso en imágenes con doble exposición, o ese falso efecto de doble exposición generado por los reflejos en vidrio, pienso que se están mezclando dos universos en uno, uniendo dos partes que parecen tan disímiles en una tercer cosa donde todo parece tener lugar. Y ahí vi que se trataba de una foto en la que yo y la ciudad, simbolizada por los edificios, éramos una misma cosa. Y entre nosotros, una puerta. Una puerta que emanaba luz. 

Relacionándolo con mi historia, con el éxodo que hice solo, a los 18 años, de un pueblo de la costa de Brasil a esta ciudad tan inmensa, dinámica y plural como Buenos Aires, en la que terminé de encontrarme como persona y definir mi subjetividad, donde me encontré con lo que me apasiona y con lo que quiero hacer de mi vida, donde me enamoré de verdad por primera vez, y donde empecé a intentar jugar a ser un adulto...Me di cuenta que esa foto sintetizaba un poco esto. Quizás nadie más entienda ese delirio pero yo lo entendí. En alguna instancia, venir acá se sintió como, en definitiva cruzar una puerta, una bisagra, y ver la luz, ver cosas que nunca había visto, vivir lo que nunca había vivido. Casualmente, del otro lado de la puerta estaba esta ciudad. 

Y en el medio, yo.














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